24 mar 2010

Historia de Villanueva de Jiloca

En la Web oficial del ayuntamiento de Villanueva de Jiloca encontramos una amplia y muy interesante información sobre su historia, además de otros datos de interés a los que podemos acceder a través del siguiente enlace:

http://www.villanuevadejiloca.com/

HISTORIA

Los restos más antiguos de la presencia humana en la comarca del Jiloca se remontan al periodo Paleolítico Inferior, con importantes talleres de piezas de sílex localizados a lo largo de las terrazas del río, sobre todo en los alrededores de Montón y Villafeliche. Los asentamientos continuaron apareciendo durante el Neolítico, como demuestran hachas pulimentadas y otras piezas aparecidas en las localidades de Torre los Negros, Cucalón y Navarrete.

La edad de los Metales ofrece los primeros poblados que datan de la edad de Bronce, pequeños asentamientos en lo alto de las colinas como los hallados en los términos de Daroca, Lechón, Báguena, Torralba de los Frailes, Villanueva de Jiloca o San Martín del Río. Son yacimientos muy pobres en materiales cerámicos y con una ausencia casi total de metálicos. Además la mayor parte éstos están muy erosionados.

Algunos de estos poblados de la edad de Bronce se mantuvieron durante la edad de Hierro. De esta época, entre los siglos XII y IV a.C., se han localizados varios poblados en Villahermosa, Lechago, Daroca y Torralba de los Sisones, con restos cerámicos y alguna necrópolis formadas por conjuntos de urnas.

Celtíberos

A mediados del primer milenio antes de Cristo cristaliza la cultura celtíbera en las tierras del Jiloca. Tradicionalmente se ha considerado esta cultura como una mezcla de celtas e iberos, aunque los más recientes trabajos demuestran que estos asentamientos situados en el sistema ibérico, eran poblados por gentes de cultura predominantemente celta pero con un importante influjo ibérico, procedente de las zonas costeras mediterráneas. Los íberos fueron a su vez influenciados por las colonizaciones fenicias y griegas procedentes del levante Mediterráneo.

Aunque las fuentes clásicas no son concretas, predomina la idea de que fue la tribu celtíbera de los Bellos la que se asentó en el valle medio y alto del Jiloca. Estas gentes habitaban en poblados, situados preferentemente en cerros elevados.

Encontramos muestras a lo largo del curso del Jiloca y en los campos de Romanos y de Bello. En cuanto a la organización de estos asentamientos se sitúan como ciudades-estado autárquicas, como la localizada en el yacimiento de La Caridad de Caminreal.

Los poblados se extienden por el curso del Jiloca y alrededores de la laguna de Gallocanta. Estas pequeñas zonas gozaban de riqueza agrícola gracias a la proximidad y abundancia de agua. Algunos de estos asentamientos conservan todavía sus recintos rodeados por muros de escasa altura, construidos con sillares ciclópeos.

Ha sido excavado el situado en Berrueco; donde se ha puesto de relieve un urbanismo configurado por casas cuadrangulares en torno a una calle central que vertebra el conjunto. Otros ejemplos conservados son el torreón de Anento y las murallas de Pardos.

Imperio romano

Las tierras del Jiloca fueron ocupadas por Roma en el siglo II antes de Cristo, durante las Guerras Celtibéricas. La mayor parte de los poblados celtibéricos quedaron abandonados y un nuevo modelo de asentamiento se impuso en toda la Celtiberia.

En esta comarcas, las fuentes de época romana citan varias ciudades, alguna de las cuales se ha identificado sin ningún criterio con Daroca. Agiria era una mansión romana en la vía que unía Laminium (en la provincia de Albacete) con Zaragoza (Caesaraugusta).

Esta vía descendía por el valle del Jiloca y desde Calamocha pasaba al valle del Huerva. La ciudad más importante que se ha localizado, y excavado, hasta la fecha es la ubicada en el cerro de San Esteban, sobre la localidad actual de El Poyo del Cid. Se trata de una ciudad romana de más de diez hectáreas con doble cinturón de murallas que corresponde a la ciudad de Leónica, citada en los itinerarios romanos.

Islam

Cuando llegaron los musulmanes al valle del Ebro las viejas ciudades iberorromanas del valle del Jiloca ya no existían. Quedaban algunas poblaciones pero ningún centro urbano de importancia. Para acabar con esta situación, los musulmanes fundaron Daroca en la segunda mitad del siglo VIII.

En el lugar donde hoy está el castillo Mayor se construyó una fortaleza y al abrigo de sus pies se formó un núcleo urbano que recibió el nombre Daruqa. La primera mención documental de la ciudad data del año 837; aparece como ciudad de cierta importancia en el norte de al-Andalus, donde se había instalado la familia de los Banu al-Muhayir, que pertenecían a la tribu de los tuyibíes, o árabes del sur, procedentes del Yemen.


El gobierno de Daroca, tras un breve paréntesis en que gobernaron los Banu Qasi, una familia de muladíes originarios del valle medio del Ebro, se siguió sucediendo de padres a hijos dentro de la familia de los tuyibíes y sus miembros fueron leales al poder cordobés durante los siglos IX y X.

En el año 1018 todo el territorio quedó sometido al poder de los nuevos reyes de la taifa independiente de Zaragoza; y dentro del reino de Zaragoza permaneció hasta que en 1120 fue conquistado por Alfonso I e incorporado al reino de Aragón.

Baja Edad Media

Alfonso I, rey de Aragón, derrotó a los almorávides de Cutanda el 17 de junio de 1120 y la victoria en esa batalla supuso la incorporación de todo el valle del Jiloca al reino de Aragón. En los años siguientes se fortificó Daroca, se instaló una Orden militar en Monreal del Campo y se inició la repoblación.

Durante 1142, para asegurar la repoblación de estos territorios de frontera, se concedió un fuero a Daroca en el que se incluían amplísimos términos a los que se otorgaban un conjunto de derechos, libertades y privilegios desconocidos en la Europa feudal.

La promulgación del fuero de Daroca que otorgaba iguales condiciones a cristianos, musulmanes y judíos, se constituyó como instrumento clave para la atracción de pobladores y convirtió a Daroca en cabeza de un amplio territorio sobre el cual actuaría como una auténtica "señora feudal", con plena jurisdicción sobre las aldeas colindantes.

El dominio de Daroca sobre las aldeas fue de tipo jurídico-político. Daroca impuso la fiscalidad y la justicia, pero las aldeas no tardaron en promover acciones para zafarse del poder que los oficiales del concejo de Daroca ejercían sobre las aldeas.

Alta Edad Media

En 1248, las aldeas de Daroca se constituyeron en Comunidad por privilegio del rey Jaime I. Daroca quedó excluida de la Comunidad, aunque siguió manteniendo una importante relación con sus aldeas. Las aldeas de la Comunidad de Daroca pasaban a administrar sus intereses de forma autónoma, estableciendo sus propias ordenanzas. Surgía de este modo una nueva dialéctica entre la villa de Daroca y sus aldeas.

El territorio de la Comunidad tiene como base el fuero concedido a Daroca en 1142, aunque no coinciden miméticamente. La Comunidad de Daroca no permaneció inalterable desde su formación hasta su desaparición, sino que fue incorporando en distintas fechas sucesivos territorios.

La Comunidad estableció sus propios órganos de gobierno, con sus oficiales (escribano, procurador y sesmeros), que se reunían en plegas; e incluso consiguió representación en las Cortes del reino. Además de la Comunidad como gran unidad que englobaba a las aldeas, surgió la sesma como entidad administrativa menor, intermedia entre la comunidad y la aldea.

La Comunidad de Daroca se dividió desde mediados del siglo XIII en cinco sesmas (Trasierra, Río de Jiloca, Campo de Langa, Río de Barrachina y Campo de Gallocanta), a las que a comienzos del siglo XVI se sumó una sexta (Honor de Huesa). Este modelo se mantendrá, con algunas variantes, hasta principios del siglo XIX.

S.XVI

Cuando en 1492 fueron expulsados los judíos, la Comunidad de aldeas de Daroca no sufrieron apenas ningún quebranto, pues eran muy pocos los que se quedaron tras las presiones que habían sufrido desde finales del siglo XIV.

No obstante el siglo XVI fue de uno de los más prósperos. La mayor parte de los pueblos del Jiloca disfrutaron de una cierta bonanza económica. Quizás esa riqueza fue lo que permitió a la Comunidad adquirir la Honor de Huesa, a la que se incorporó en el año 1500.

En 1526 la conversión de los moriscos supuso la desaparición de las comunidades mudéjares del Jiloca, pero de manera críptica mantuvieron su religión hasta que fueron definitivamente expulsados en 1610. Algunas actividades económicas, como la agricultura y la alfarería, sufrieron un gran descalabro y en muchos lugares se recurrió a la repoblación con catalanes e incluso franceses.

S.XVII

La comarca del Jiloca no sufrió de manera tan acusada la decadencia general que asoló la España del siglo XVII. Pero no se supieron aprovechar las buenas condiciones del siglo anterior. Tanto la industria como la ganadería sufrieron un retroceso que se manifiesta en la degradación de las artesanías, el mal estado de los campos y el abandono de algunos pastos y montes, degradación del paisaje y la pérdida de bosques, que dejará importantes secuelas con la pérdida de la cobertura vegetal.

Pese a ello, algunos cultivos adquirirán una gran importancia, como sobre todo el lino, que convertirá a la ciudad de Daroca en uno de los mercados más importantes de este producto en toda la España del siglo XVII.

La primera mitad del siglo XVII mantuvo el desarrollo demográfico y en cierto modo económico del siglo anterior, pero a partir de 1650 la crisis se cebó en la comarca del Jiloca. Las malas cosechas, la peste y las convulsiones de la segunda mitad del siglo XVII provocaron un descenso de la población en toda la comarca. Anclada en unas estructuras económicas caducas, la debilidad demográfica se convertiría desde entonces en una dificultad insalvable.

S.XVIII

El siglo XVIII se inició en la Comunidad de Daroca con el enfrentamiento civil en la Guerra de Sucesión. Desde 1701, esta comarca fluctuó entre la fidelidad a los Austrias y a los Borbones. En 1706 se libro una batalla cerca de Calamocha en la que vencieron las tropas proaustrias, pese a que posteriormente toda la comarca cayó en poder de los partidarios de la casa de Borbón.

El triunfo de Felipe V supuso el final de seiscientos años de autonomía municipal para Daroca y para su Comunidad de aldeas. Los cargos más decisivos serían desde entonces nombrados por el rey. Esta centralización administrativa produjo más inconvenientes que ventajas.

Durante este periodo aumentó notablemente el número de clérigos. En Daroca constituían casi una décima parte de la población, lo que suponía la necesidad de numerosas rentas para el mantenimiento de los clérigos y de sus edificios. Durante la primera parte del siglo XVIII se atisbó un cierto desarrollo económico, pero en la segunda mitad la economía cayó en uno de los baches más profundos de su historia, hundida por el anquilosamiento del comercio.

S.XIX

El siglo XIX comenzó con otra guerra, la de la Independencia. Los franceses entraron en Daroca el 25 de junio de 1808, regresando varias veces y causando algunos daños en la población. Pese a ello, la rebeldía de la comarca no se podía sofocar y tuvieron que instalar una guarnición permanente en Daroca que durante cuatro años impuso una administración al servicio de los intereses franceses. Por fin, la comarca quedó liberada en 1813.

La primera guerra carlista desarrolló en la comarca alguna de sus acciones más importantes, siendo escenario de las acciones del general Cabrera, el más notable de los generales carlistas. Desde principio del siglo XII toda la comarca había estado unida administrativamente por el fuero de Daroca y desde 1254 por la Comunidad de aldeas.

Pero en 1833 se creó la división provincial y en 1838 se suprimió la Comunidad. La antigua unidad quedó ahora dividida y adscrita a dos de las tres nuevas provincias en que se dividió el viejo reino de Aragón. La mitad norte quedó en la de Zaragoza, con capital en Daroca, y la sur en la de Teruel, con centro en Calamocha.

Una cierta mejora económica se fraguó gracias a las industrias creadas en torno a la agricultura, y al despegue del comercio con las revitalizadas ferias, que tras el letargo de los siglos XVII y XVIII volvieron a reunir en Daroca a varios miles de personas.

La buena coyuntura económica del siglo XIX continuó en el siglo XX con la inauguración del ferrocarril Valencia-Calatayud, que articulaba todo el valle del Jiloca, y que fue un hito más en el desarrollo agrícola y comercial que propició el establecimiento de pequeñas fábricas y prósperos comercios.

Surgió con ello una nueva clase obrera cuyos miembros se afiliaron mayoritariamente a los nacientes sindicatos de clase y frente a ellos los patronos endurecieron sus posturas, surgiendo así algunos conflictos.

Guerra civil

El golpe de Estado triunfó en toda la comarca, y todos los ayuntamientos cayeron en manos de los sublevados. La represión que siguió dejó totalmente sometida a la comarca a los rebeldes y así quedó la situación hasta el final de la Guerra Civil.

Sin equipamientos industriales modernos, relegada a un segundo plano en el trazado de las grandes vías de comunicación, y con una estructura política caciquil apoyada por el régimen franquista, la comarca del Jiloca entró en una fase de decadencia económica y demográfica que se aceleró a partir de 1960.

Posguerra

Entre 1960 y 1995 la comarca ha perdido dos terceras partes de su habitantes, y con una población muy envejecida, la mitad de los pueblos están condenados a desaparecer en un plazo de veinte años. Sólo el desarrollo rural integrado, la promoción del potencial turístico de la comarca y la radicación de algunas industrias en Daroca y Calamocha pueden hacer variar los negros vaticinios que ahora caen sobre la comarca.