La
web del Ayuntamiento de Alcañiz incluye una introducción a la historia de la localidad en la que se mencionan períodos particularmente destacados. La evolución urbana de la población merece un capítulo aparte.
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Historia
El río Guadalope en su discurrir hacia el norte, suministra riego a una fértil huerta situada a unos 30 km de su desembocadura.
En las proximidades del actual puente de la Alberca, en medio de la huerta, y asentada en la falda de un montículo, Alcañiz el Viejo, existe una población árabe, Alcanit, cuyo origen se desconoce. Unos 3 km agua abajo el río se curva, hasta invertir el sentido de su movimiento, en torno al monte de Pui Pinos.
Huellas Remotas
Hoy por hoy, aunque se han hecho grandes avances en el conocimiento de nuestro pasado más remoto lo que sabemos de lo que se ha dado en llamar prehistoria, aun siendo el Bajo Aragón, en general, y en particular, una zona mimada por el trabajo de arqueólogos y prehistoriadores desde hace más de cien años, es todavía muy fragmentario e insuficiente.
La huella más destacada que ha llegado hasta nosotros, en el territorio de Alcañiz, de ese amplísimo período de tiempo tal vez sean las pinturas rupestres de Val del Charco del Agua Amarga, que pertenecen, con otras de la comarca, al grupo de pinturas rupestres levantinas. Descubiertas en 1913, en un recóndito abrigo, su amplio y completo conjunto, con figuras, de gran tamaño y una espléndida escena de caza, todavía nos conmueve desde su antigüedad y perfección.
El viejo solar del Cabezo del Cuervo, junto al actual Alcañiz, nos ofrece el interés de haber confluido en él la cultura indígena de la Edad del Bronce, la influencia de los pueblos indoeuropeos y, finalmente, el poderoso impacto de la cultura ibérica. Algunos de los poblados que caracterizan la larga etapa denominada Edad del Hierro serían el Cascarujo y el Siriguarach.
La cultura ibérica, que nos llega por la costa y por el valle del Ebro, tendrá una de sus mejores representaciones en el Cabezo Palao que, junto con el Cabezo Alcalá de Azaila, constituye un claro centro en este período. Una economía más compleja, - el cereal, la vid, el olivo, la ganadería, cierta actividad "industrial", el incremento en el intercambio comercial, nuevos ritos funerarios, etc.-, configura un nuevo modo de vida, un salto civilizatorio cualitativo, cuyo mejor reflejo será la complejidad en las viviendas y el urbanismo de los poblados.
Ilercavones y Sedetanos serían los pueblos que una romanización pacífica y lenta encontraría en el Bajo Aragón. Nuestro territorio estaría, sin duda, dentro del llamado Convento Jurídico Cesaraugustano, siendo probablemente el Matarraña el límite con el Convento Tarraconense. Que la romanización fue pacífica, lo demuestra el hecho de que las poblaciones siguieran ocupando los antiguos poblados: Alcañiz el Viejo, el Palao.
El año 427 d. de J.C. las tropas de Eurico toman Zaragoza y paulatinamente se van apoderando del valle del Ebro. Lo único que podemos decir es que los visigodos apenas dejan huella material en nuestro territorio.
Algo similar ocurre con la invasión y presencia musulmana en Alcañiz y el Bajo Aragón. En la primavera del año 714, las primeras tropas musulmanas llegan a Zaragoza y, sin resistencia, se adueñan del valle del Ebro. La influencia más perenne de la cultura musulmana en nuestra zona se refleja, sin duda, en la toponimia, como se ve fácilmente al analizar los nombres de pueblos, ríos, partidas, etc.
El paso del Cid y la sublevación contra la orden "Calatrava"
No ofrece duda el origen árabe del nombre de Alcañiz; en cuanto a su significado, hoy parece más aceptada la teoría de que Alcañiz podría significar "cañizo" o "las cañas" y no "las iglesias" vieja teoría que presupondría la existencia de comunidades mozárabes. Una de las primeras menciones que encontramos de Alcañiz corresponde al período que va entre la primera conquista de Alfonso I, en 1117, y la definitiva de Ramón Berenguer IV, en 1157. Se trata del Cantar del Mi Cid (1140) donde se cita Alcañiz en manos de musulmanes:
"Non lo tardó - el que en buen ora nasco, priso dozientos cavalleros - escollechos a mano, fizo una corrida - la noch trasnochando; tierras d´Alcañiz - negras las va parando, e a derredor - todo lo va preando. Al tercer día - don ixo i es tornado."
La reconquista del Bajo Aragón debió de ser relativamente pacífica y el proceso de repoblación lento. En 1179, Alfonso II concedió el castillo de Alcañiz y un amplio territorio a la orden de Calatrava; no obstante, Alcañiz siguió teniendo sus representantes en Cortes y sus habitantes disfrutando de la prerrogativas marcadas en la Carta Puebla que otorgó Ramón Berenguer IV. Las relaciones entre la Orden y la Villa serían muy conflictivas a lo largo de la Edad Media e incluso de la Moderna, pero el conflicto más grave (la sublevación violenta de los habitantes de Alcañiz contra la Orden) se dio en la primavera de 1283: era el conflicto entre dos poderes, una villa y un concejo que se afianzaba frente a la presión señorial de la orden de Calatrava.
"La Concordia" y el siglo de los Humanistas
A lo largo de los siglos XIV y XV, se celebran en tres ocasiones Cortes en Alcañiz: en 1371-1372, 1436 y 1441-1442. A comienzo del siglo XV, vivirá Alcañiz un acontecimiento de gran trascendencia: en febrero de 1412, en la iglesia de Santa María la Mayor, se acuerdan, después de un largo proceso iniciado meses atrás por los parlamentarios de Aragón y Cataluña, veintiocho capítulos con las condiciones para la elección de rey, proceso al que se ha dado en llamar la "Concordia" de Alcañiz, previa al Compromiso de Caspe (junio de 1412), por el que se nombró rey a Fernando de Antequera.
El siglo XVI es, también para Alcañiz, un Siglo de Oro. A pesar del azote de la peste, es un siglo de crecimiento económico, demográfico y también urbano: Alcañiz comienza a definir los límites de la ciudad histórica, traspasando la vieja linde medieval. No obstante, se producen algunas tensiones sociales como consecuencia del arcaísmo de las estructuras y de un régimen señorial muy duro. El bandolerismo será la expresión de esa tensión.
Si hemos dicho que es un Siglo de Oro para Alcañiz, es porque en la ciudad coinciden un destacado grupo de humanistas dentro de la lírica española del período. Es el siglo de Juan Sobrarias, de Pedro Ruiz de Moros, de Bernardino Gómez Miedes, de Juan Lorezo Palmierno, de Domingo Andrés y de Andrés Vives, por citar los más destacados. Casi todos se dedican a la docencia, al derecho o a la medicina; practican la poesía latina o la crónica histórica; dan los primeros pasos de su formación en la "academia" de Alcañiz, siguiendo sus estudios en Valencia y en Italia; una vez finalizados, muchos regresan a su patria, otros emigran; pero en la obra de todos ellos quedará el reflejo de ese localismo, en el mejor sentido de la palabra, tan típico de la literatura aragonesa.
La Centralización borbónica y la decadencia
La expulsión de los moriscos en 1609 - en 1610 la de los aragoneses- supuso una quiebra económica sin precedentes, pues era ésta una comunidad de buenos artesanos y agricultores.
La guerra con Cataluña en 1640 será también una gran carga para Alcañiz y su comarca, que tendrá que contribuir con hombres y dinero a esa contienda civil. Como recompensa, Felipe IV concedió a Alcañiz el título de "Ciudad" en 1652.
Con una guerra se inicia el siglo XVIII: la guerra de Sucesión, que instaura la dinastía borbónica y con ella la monarquía absoluta en España. El país se divide entre partidarios de Felipe V y del archiduque Carlos; Alcañiz, al igual que el resto de Aragón, en diciembre de 1705 tomará partido por don Carlos. No obstante, la ciudad y su comarca caerán en manos de las tropas de Felipe V al mando del príncipe Tilly. Con la supresión de los fueros aragoneses, en 1707, se produce una honda transformación en el sistema administrativo del reino: desaparece el Justicia, las Cortes, la Diputación, el Virrey, y se crean trece corregimientos, de los que el de Alcañiz, después del de Zaragoza, será uno de los más extensos y de mayor población. Esta división territorial perdurará hasta la división provincial de 1833.
El "impulso de las minorías", en acertada expresión del profesor Lacarra, es lo que caracteriza la segunda mitad de este siglo, impulso que en Alcañiz y en el Bajo Aragón tendrá su reflejo en la colaboración con el espíritu reformista de la Sociedad Económica Aragonesa de Amigos del País, por un lado y en el esfuerzo por la mejora de la enseñanza, por otro. Muestra de ello es el que en 1729, a solicitud del Concejo, se establezcan las Escuelas Pías en Alcañiz.
La batalla de Alcañiz y las depredaciones bélicas
También el siglo XIX comienza con un guerra, pero en esta ocasión será una guerra total: la guerra con los franceses y su presencia en nuestra comarca se prolonga durante casi cinco años, con pérdidas y recuperaciones sucesivas el territorio. A pesar del cordón defensivo denominado "Cordón de Samper de Calanda", en enero de 1809, se producirá la primera entrada de los franceses en Alcañiz al mando del general Wattier. Robos, saqueos y destrucciones serían las secuelas de esa toma. Las tropas españolas, al mando del general Blake, recuperan el Bajo Aragón y la ciudad de Alcañiz el 18 de mayo del mismo año. Días después, la ciudad vuelve a ser atacada por los franceses, defendiéndose heroicamente en el monte de Pueyos, que dará nombre a la célebre batalla que allí tuvo lugar el 23 de mayo de 1809.
Al mes siguiente, los franceses tomarán de nuevo Alcañiz, Caspe y Calanda y su ocupación continuará hasta 1813, cuando se libera Zaragoza y prácticamente todo Aragón.
Pasados los primeros momentos de saqueos y destrucciones, los invasores intentan reorganizar la vida política, la administración y la economía. Por un decreto del mariscal Souchet de 1812, se asigna a Alcañiz rango provincial para la mejor administración de la zona. Pero el hecho de estar ocupado, Alcañiz no pudo tener representación en la Junta superior de Aragón.
El otro gran conflicto que afectó de manera muy destacada a la comarca durante el siglo XIX fue la primera guerra carlista (1833-1840) y también aunque en menor medida, la insurrección carlista de 1872-1873. Alcañiz, pese a no caer nunca en manos de los sublevados, dio destacados militares en sus filias: Joaquín Capapé, "el Royo", y Manuel Carnicer, entre otros. El carlismo será, en lo esencial, una rebeldía campesina, y en Alcañiz vivía ya un activo núcleo de pequeños burgueses, funcionarios y artesanos más afines al liberalismo. La polarización de las posturas entre liberales y conservadores, el juntismo y el permanente resurgir del carlismo serán los fenómenos políticos que marcan la segunda mitad del siglo XIX.
De la restauración a la guerra civil
A caballo entre los dos siglos, en el período conocido con el nombre de Restauración, la lucha por la modernización del país será el empeño de toda una generación. Junto a los nombres alcañizanos de Nicolás Sancho, Taboada, Jerónimo Blasco o Epifanio García Ibañez, merecen mención otros bajoaragoneses como Juan Pío Membrado o Santiago Vidiella. Son los años del Boletín de Historia y Geografía del Bajo Aragón, de la sociedad de Fomento del Bajo Aragón, de tantos períodos como vieron la luz en estos años: El Bajo Aragón (1867) , La Alianza (1880), El Nuevo Bajo Aragón (1898), Tierra Baja(1905-1928), por citar sólo unos pocos de una gloriosa tradición que se prolonga hasta los treinta con títulos como La Voz de Alcañiz (1928-1929), Democracia (1931), Izquierda (1933), Amanecer (1933) y El Regional (1936). Desde ellos, se defenderá la necesidad de un línea férrea por la comarca, la mejora de la agricultura, la ganadería, los regadíos, la educación y la cultura.
Durante los años veinte y treinta de este siglo se querrá continuar este impulso. No siempre será posible: Alcañiz y el Bajo Aragón seguían siendo una sociedad agrícola atrasada, con un alto grado de analfabetismo y profundas desigualdades sociales. Esta será, a grandes rasgos, la situación a la llegada de la II República.
En lo político, este período se caracteriza por la polarización y enfrentamiento entre derecha e izquierda y la actividad insurreccional de los anarquistas, que provocarán un levantamiento en diciembre de 1933. Esta agitación social no volverá a producirse hasta los meses de julio-agosto de 1936, en los que Alcañiz y la comarca serán escenario primero de la toma del poder por la derecha y posteriormente por la izquierda, como consecuencia de la llegada de las columnas de milicianos catalanes en dirección Zaragoza.
Sobre el experimento colectivizador se ha escrito mucho. Su arraigo en Alcañiz fue más débil que en otros municipios de la comarca: la ciudad desarrolla funciones más urbanas y ello no facilitaba la experiencia. Los juicios sobre la colectivización han variado según dos ópticas: la anarquista y la comunista. Es difícil saber hasta qué punto fue impuesta o no, en una situación de total inseguridad por parte de campesinos y artesanos, como consecuencia de la guerra, del derrumbamiento del poder del Estado, del poder fáctico de las columnas... A esta experiencia se le pondrá fin en agosto de 1937 por la intervención de la 11ª División al mando de Enrique Lister.
Alcañiz y el Bajo Aragón serán conquistados definitivamente por las tropas del general Franco en los últimos días de marzo y primeros de abril de 1938, un año antes de finalizar la guerra civil.
La evolución urbana
A lo largo de los siglos Alcañiz ha ido creciendo y haciéndose fuerte, desde un simple campamento hasta la ciudad que es hoy.
La Reconquista
En 1117 Alfonso I castiga a la población de Alcanit. Hacia 1150 Ramón Berenguer IV establece un campamento en Pui Pinos desde donde organiza la conquista de Alcanit y destruye su caserío. Alcanit desaparece y se inicia el nacimiento de un nueva ciudad, Alcañiz, con certificado de nacimiento otorgado por Ramón Berenguer en Noviembre de 1157 con la forma de una Carta Puebla.
El nuevo asentamiento está integrado por una pequeña fortaleza en la cumbre de Pui Pinos y un caserío, no muy extenso, en su ladera nordeste limitado por las actuales calles de San Pedro, Escolapios y bordes este y norte del Cuartelillo; tiene forma de media luna, y desde su centro parte un camino, calle Palomar, hacia el puente que cruza el río Guadalope.
En 1179 Alfonso II dona el castillo a la orden de calatrava, que lo engrandece y rodea de murallas. Con la seguridad del castillo la población aumenta, como prueba la construcción de sendas iglesias en las puntas de la media luna: la de Santiago al norte, actual Cuartelillo, construida en 1181, y la de San Pedro al sur, tal vez mandada construir por Alfonso VII de Castilla y cuya portada fue trasladada hace veinticinco años al Cuartelillo.
Del siglo XVIII al Renacimiento
La población amurallada se desarrolla en torno a dos ejes sensiblemente perpendiculares: calles Mayor-Alejandre, y calles Teatro-Subida de la Encomienda. En el sector comprendido entre las calles Mayor y del Teatro se construye la colegiata de Santa María, que se convertirá, a partir de entonces, en la principal iglesia alcañizana.
Extramuros de la ciudad, en el arrabal, se consolida en torno al barrio del Pueyo una población marginal constituida, principalmente por judíos. También aparecen pequeños asentamientos moriscos bajo el cabezo de Santa María.
En el siglo XIV se finalizan las obras de construcción de la colegiata y de su espléndida torre gótica, que aún se mantiene. Se construye la torre del homenaje del castillo cuyas paredes interiores se decoran con hermosas pinturas que aún podemos contemplar. Al otro lado del río, junto al puente, edifican los dominicos el primer convento de Alcañiz.
La solución de la crisis sucesoria, creada tras la muerte de Martín I con la instauración de la dinastía castellana de la casa de Antequera, y la superación definitiva del problema musulmán, preparan el ambiente adecuado para un desarrollo económico de extraordinaria importancia en la evolución urbanística de la ciudad. Lo militar cede al impulso de lo civil. El edificio más importante que se construye en Alcañiz en este siglo es la Lonja, símbolo orgulloso del nuevo sentir ciudadano. Durante el primer tercio de siglo la población experimenta un crecimiento del 25%, cuyo asentamiento exige la realización de un nuevo ensanche en la zona norte, ocupando el espacio existente entre la ciudad y el río, trazando sus calles en retícula, sin otra preocupación que la de conseguir mejores condiciones de vida para sus vecinos; así nacen, en un único recinto, dos barrios separados por la calle Mayor : Almudines y Santiago.
El espacio urbano resultante será suficiente para satisfacer las necesidades de Alcañiz hasta este siglo.
La aparición de la Burguesía
Durante este siglo la arquitectura pone de manifiesto la acumulación de capital en manos de las más importantes familias alcañizanas. Lo más destacable de él es la proliferación de casas solariegas, y , en especial, su edificio representativo, la Casa Consistorial, importante edificio de la arquitectura civil aragonesa, que configura definitivamente un espacio urbano de vital importancia para Alcañiz: la plaza, en la encrucijada de las dos vías que tan inteligentemente organizaron los alcañizanos del siglo XIII.
Austeridad, atonía económica, introspección religiosa. Las órdenes religiosas se establecen en Alcañiz: conventos del Carmen y de las dominicas.
A mediados del siglo XVII se construye el colegio Valeriano que monopolizará la educación de los alcañizanos.
En 1652 Felipe IV concede a Alcañiz el título de "Ciudad".
La industrialización del siglo XVIII al XIX
Fábricas de paño y de jabones, molinos de aceite, hornos de pan, industrias cerámicas y artesanas... Esta actividad económica repercute en la estructura urbana, que acomodará dentro de sus límites tradicionales el incremento poblacional; por consiguiente, se utiliza la totalidad del suelo urbano disponible, desaparecen espacios libres, se incrementa el número de plantas, se incrementa el número de viviendas: Alcañiz se satura.
Los padres escolapios se hacen cargo del colegio Valeriano, amplían sus instalaciones y construyen la iglesia y su pequeña torre mudéjar. El padre Anastasio dirige las obras de construcción del convento de San Francisco, del que sólo persiste la iglesia.
Durante el siglo XVIII se llevan a cabo las obras de destrucción más importantes de la historia alcañizana: la iglesia gótica y parte del castillo Calatravo; acción compensada por la posterior reedificación de los obras de notable interés arquitectónico: la actual parroquia de Santa María y la impresionante mole de ladrillo utilizada ahora como Parador Nacional.
Esa época configuró el casco antiguo tal como lo conocemos hoy: de calles estrechas, denso y abigarrado; e incorporó uno de los elementos visualmente más dominante de las fachadas de los edificios: el balcón, bella expresión de la participación de lo privado en lo público, y de que el espacio exterior ha transformado su agresividad en amabilidad con el movimiento cívico de sus gentes: actividades comerciales, paseo, procesiones.
La expansión del nuevo siglo
A principios de siglo se llevan a cabo una serie de construcciones con implicaciones importantes en el urbanismo de Alcañiz: dos operaciones de reforma interior , la construcción del teatro y del mercado inician y contribuyen al desplazamiento de la actividad comercial y recreativa desde la calle Mayor a la calle Alejandre primero, a la calle Blasco después y, finalmente, a la avenida de Aragón. La construcción de la estación de ferrocarril determina la expansión de Alcañiz a otro lado del río configurándose como zona industrial, de servicios y residencial en menor medida: la clausura del ferrocarril paraliza la actividad de la carretera de la Estación, en beneficio de la de Zaragoza, con la aparición de numerosos talleres de reparación e industrias relacionas con el transporte por carretera.
La construcción del puente nuevo abre nuevas expectativas de crecimiento en dirección este que no tardarán en materializarse, encontrando en sus proximidades asentamiento propicio la plaza de toros, la Ciudad Deportiva y varios centros educacionales.
En la década de los años treinta se llevan a cabo las gestiones de lo que será la operación urbanística de mayor trascendencia del presente siglo: la expropiación de terrenos para la apertura de una nueva calle: la avenida Aragón. Se concibe en principio como zona residencial de baja densidad, pero pronto se manifiestan las posibilidades de la nueva vía, cuyo atractivo comercial y residencial fuerzan, a partir de los años sesenta, a su construcción masificada, provocando de forma definitiva la expansión de la ciudad en esta dirección, y vaciando de contenido urbano el casco histórico.
En 1966 el Ayuntamiento de Alcañiz aprueba el Plan General de Ordenación Urbana, acción de extraordinaria importancia porque dota por primera vez a la ciudad de un instrumento racional por la ordenación, comprobación y seguimiento de la actividad urbanística.
El texto y las imágenes se han sacado de la web del Ayuntamiento de Alcañiz:
http://www.alcaniz.es/